Después
Hay días en que la melancolía me arrincona. Es entonces cuando más te
echo en falta, cuando más añoro el trajín de tus mañanas y el olor a jabón de
tus alfombras. Sí, aquellas que tenías extendidas en el patio el primer día de
mayo con el sol secando sus hilos, recién lavados. Y yo, que miraba atento el
agua que escurría de las esquinas de la tela y seguía con los ojos el pequeño
riachuelo que se formaba al tocar el cementado suelo y ondear hasta perderse en
las profundidades de la atarjea, me decía muy bajito y a mí mismo: “ahí va todo
el invierno”.
Quiero pensarte y no dolerme. Y qué difícil me resulta ahora guardarte el rencor que tozudo cebé antaño. Guardándolo con celo apretado en la caja del pecho, temeroso de perderlo y con él ningunear mi esencia, aquello que creía ser, aquel en quien creí haberme convertido. Perdonarte era sin duda denostar mi personalidad y aquel nombre con el trabajosamente había conseguido darme a conocer. Cuánta energía malgastada, cuánto tiempo deshilachado, desinflado y vacío. Ahora, que enfurezco impotente en tu recuerdo, te reprocho tímidamente tu triste sonrisa y pienso cómo eras capaz de mostrar esa viveza en los dorados ojos mientras el rictus de tu boca descendía hasta casi tocar tu barbilla. Ahora, ya nada me queda de ti mas que la sensación de que no supe parar a tiempo, relativizar los hechos, y poner las causas y acciones en su justa medida y lugar.
Primero llamé dignidad al orgullo, y luego orgullo a la estupidez; después me llegó el pudor, la vergüenza… y me limité a dejar pasar los días y empobrecer los pensamientos. Mas ya no me valen las engañifas, ni un batallón de excusas para protegerme. Porque hoy… Hoy, que sólo el frío abriga tu cuerpo, es cuando más quiero contarte y decirte y hablarte. Pero hoy sé que ya no puedo.
En memoria de Todos los Santos.
Porque el memento mori nos haga más que nunca celebrar la vida y querer, pero querer de veras, a todas aquellas personas que sabemos; sin excusas, sin confundir la dignidad con el orgullo ni con la estupidez.
Feliz miércoles.
Felicidades por tu relato! Agradezco mucho la gente que decide expresar con el arte de la palabra tanto sentimiento. Tu relato es conmovedor, me ha encantado. No dejes de escribir, pienso que un día quizás yo también me anime. Un saludo.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, Aida. Y si quieres escribir, no lo pienses más, simplemente hazlo. Ánimo.
EliminarMe has hecho pensar en alguien al que echo mucho de menos. Tu sabes quien. Muchas gracias.
ResponderEliminarEspero no haberte puesto triste. :)
EliminarEnhorabuena por tu blog! geniales tus relatos ;))
ResponderEliminarMuchas gracias. Y por su puesto, Quedamos en el blog. :)
ResponderEliminarMe encantó preciosas palabras creo que tienes un gran talento Soledad.
ResponderEliminarGracias por compartirlo con nosotros.
Un besito grande