Los lunes de Candela. Volúmenes



          Candelita, hija, con lo mona que eres y qué pronto te han salido las tetas, me decía cariñosa mi querida abuela Rosita, ojo avizor de los berracos con los que habría de lidiar al tiempo. Mi abuela Rosita, (así llamada no sólo por medir un metro treinta sino por ser la benjamina de siete hermanos), que era muy vieja, muy sabia y tenía muy mala leche, tan mala que agriaba el café sólo con mirarlo, anunciaba con pena y conocimiento las vicisitudes que mi generoso lastre delantero iba a ocasionarme en mi primera adolescencia. Y es que todas las curvas y volúmenes que son tan bien recibidos a los treinta años son una turbación pesarosa a los catorce. Qué clases de gimnasia tan vergonzantes entre salto y salto de voleivol, también llamado balón volea, y qué piara de púberes salidos haciendo como el que no quiere la cosa en fila mirando el vaivén de mis protuberancias. Dicen que la chepa comienza a salirle a uno de viejo, mentira, en mi vida tuve más giba que entonces. Me encorvaba tanto para ocultar el pecho que llegué a tener los hombros por las orejas y aún hoy me sorprendo de no tener una escoliosis más grande que las escaleras de caracol de la Basílica de San Pedro en Roma. 
          Y a qué viene todo esto, Candela, os preguntaréis con ansias de conocimiento y campechana curiosidad. Pues bien, toda esta remembranza se debe a un percance que me ocurrió la semana pasada en el autobús(sorpredente, sí, pero por una vez no iba en el metro). Un señor muy maleducado (el calificativo de señor no sé si se lo merece, pero para el de maleducado hizo méritos), que estaba sentado en el asiento de delante al mío, se giró completamente y dejó su vista fija en mi escote. No es que llevara mucha abertura…, ¡¡y qué coño, aunque la llevara hasta el ombligo!! 
          Poco a poco, a medida que iban pasando los segundos empezó a recorrerme un pundonor incandescente desde la planta de los pies hasta el último pelo de la coronilla y, tras más de tres paradas, decidí preguntarle al bicho ojos de búho si es que se le habían caído dos euros en mi canalillo y trataba de recuperarlos con el poder de la mente, ya se sabe, intentando que ascendieran e hicieran ¡pof! de entre mi blusa tan sólo por mirar mucho y muy fijamente. Y, desde luego, si a pesar de ser tan maleducado tenía ese poder telequinésico, yo estaba dispuesta a ponerle un piso en Alcobendas a cambio de que me diera la combinación ganadora de la bonoloto del próximo martes. 
           Como era de esperar: poderes mentales pocos, grosería mucha… y finalmente mis senos y yo no tuvimos por menos que darle una buena hostia.
Ah, mi parada, me bajo.

Pd. de S: Feliz lunes a todos.

Comentarios

  1. Jajajaja que bueno!!! poderes mentales!!! jajajaja buenisimo... estoy deseando que llegue el lunes que viene para leer otra aventura de Candela.

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  2. Gracias, Luis, jeje, es lo que tienen los poderes mentales.

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  3. Ole Candela...y 2 leches que le tenias que haber dado!
    Gracias Sol, Feliz Semana para ti tambien!

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  4. jajaja!! Muy mala leche tan mala que agriaba el café con sólo mirarlo jajaja!!
    Poderes mentales jajaja!!
    Muy bien hecho Candela.
    Una vez más gracias Soledad por hacerme reir siempre con Candela y sus cosas desde que la conozco me encantan los lunes.
    Un besito y feliz semana

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  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  6. Candela amor... Los pechos de una mujer son lo mas bonito que hay, y como mi tio dice "los pechos de una joven mejor, aunque todos sean iguales" hay q admirar esos monumentos q hos ha dotado la naturaleza. Con dicrecion y respeto... Pero vamos dignos de admirar.
    un beso candela y pa ste relato ha faltado foto

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  7. Le diste una hostia??? ajajajajaja me parto!! qué valor! un besito!!

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  8. La pena es que hay mucho verde (viejo y no tanto) en este mundo de Dios.
    Muy bueno. Un besito.

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