Inefable
En silencio
quedó cuando pisó por primera vez el vetusto caserón familiar, aquél que no
conocía más que por recuerdos robados a otros. Los soberbios balcones
alanceaban el aire; parecían inamovibles, aunque el resto de la casa se viniera
abajo. Visto así, el húmedo umbral de madera de roble parecía un elemento absurdo y prescindible. Los escalones, en cambio, se veían taciturnos,
llorosos, cansados de gastar el tiempo y estrangulados por el musgo. Al
mirarlos sintió el aguijón de una infancia superflua, agotada de cariños
ásperos y deseos vergonzantes, de desacompasadas pasiones. Todo quedaba ahora
muy lejano. Allí ya no quedaban memorias, sólo sordos lamentos que nada tenían
que contarle. Quiso llorar, y sin embargo rió.
No siempre puedes cambiar lo que te rodea, pero sí que puedes decidir siempre cómo quieres tomártelo.
Sonríe y feliz martes
Muchas gracias por compartir el relato con nosotros.
ResponderEliminarBesitos