Los lunes de Candela (v.o). La dieta.
Hoy he
descubierto que tengo una papada que parece estar levando y unos mofletes
dignos del hámster más feliz del mundo. O dicho de otro modo, que estoy gorda
como un botijo. En qué preciso momento gané los cinco (vale, tal vez siete) kilos que
me han dejado tan oronda y con la cara tan redonda que siempre parezco tener un
cuscurrito de pan en la boca. No lo sé, pero si hubiera de adivinar un día,
poner sobre el tapete una hipótesis aproximada, yo diría que fue el 25 de junio
de hace tres años. Dicen que los años engordan, pero en realidad lo que no te
dicen es que se adhieren a tu culo, cintura, barriga
y caderas como si fueran ventosas, sanguijuelas insufladoras de grasa
dispuestas a ya nunca jamás abandonarte, ni a ti ni a tu cuerpo, ese ente
extraño y cada vez más pesado y ajeno a tu persona. Como si tuviera vida
propia, como si en vez de ser bicéfala fueras “bicuérpela” y tuvieras dos
cuerpos: uno el que habita en tu cerebro (una imagen trasnochada de lo que fue,
como un divorciado fiestero) y el que habita allende tu cuello.
Pero yo, lejos
de darme por vencida y tras mirarme unas cuantas veces (diecisiete en concreto)
en el espejo de cuerpo entero que compré en una conocida cadena sueca de
muebles, he decidido ponerme a dieta, aunque aún no sepa a cuál. Llegado a ese
punto, hube de hacer inflexión y mirar mi interior y preguntar: ¿qué dieta
hago?,¿a qué gurú sigo?; ¿me pongo con la dukan, la disociada, la de la zona,
la de la alcachofa, la hipocalórica, la que sigue los biorritmos, o tal vez la
del cucurucho como sugiere mi marido?
Lejos de azorarme ante mis dudas
existenciales ahondo más a fondo y más pa’dentro, como un reportero de
callejeros barriobajeros (con todos mis respetos a los callejeros y a los
barriobajeros). Tal vez deba plantearme renunciar a algunos “caprichitos” como
el bizcocho de chocolate del café o los pistachos de antes de la cena, o quizá
sean los berberechos y mejillones con patatas fritas del vermú de los domingos
(acabo de darme cuenta de que si digo vermú muy rápido sale algo muy parecido
a ver un emú: vermú-vermú-ver-er-mu) ¿Tendrá alguna relación los emús con los
vermús?, ¿habrá quien tome emús con el vermú? La de vueltas mentales que doy
con tal no pensar en hacer dieta. No puedo, me pone de muy mal humor pasar
hambre, no lo voy a negar. Es más, conocer a alguien cuando tiene sueño o
hambre es un dato clave para descubrir su personalidad más profunda y básica,
aquella por la cual podremos discernir si somos compatibles o no, o cuando
menos si podríamos sobrevivir a un reality tipo gran hermano o no te alejes
que te pierdes por esta isla de mierda.
Lo dicho: el
próximo lunes sin falta comienzo la dieta… eso o quito el espejo de la habitación.
XOXO (que no es
“chocho” en andaluz, sino besos y abrazos en inglés).
Muy bueno me encanta ésta Candela y éso que yo la he conocido por el final,es decir,he empezado a leer los relatos del último al primero.
ResponderEliminarPor cierto he de decirte que soy andaluza y entendí lo de besos y abrazos en inglés jajaja!!!pero muy buena la indicación que hay gente ´pa ´to jajaja!!!
Un besito grande
no se por que pero creo que candela tiene razon en que hay mucha gente con muy mala leche es mas demasiada a la hora de levantarse.jajaja muy gracioso el relato
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