Los lunes de Candela (v.o.). Desencuentros
Desencuentros
Hoy he tenido un día de
desencuentros. Sin duda alguna puedo decir que desde primera, primerísima hora
de la mañana (6:40 h para el locutor de la radio despertador), los acontecimientos más nefastos se han
ido sucediendo como en una película de adolescentes en las que hay un cambio
de cuerpos y almas entre feas y populares o pibones y viejunis.
Nada más despertarme y antes
siguiera de darme tiempo a salir de la cama me ha dado un tirón en la pierna y
se me ha subido la bola del gemelo de la pierna derecha. Como acto reflejo he
ido a tocarme el músculo y proferir un alarido, que he contenido por compasión
marital, pues no quería despertarle, y aquí es donde viene la segunda
desgracia, por no gritar me he mordido el labio y parte de la lengua, con estos
mi grandiosos dientes de conejo de la Metro (Goldwyn Mayer. No, espera, eso era un león, ¿no?). Da igual. Un hilillo de sangre ha empezado a
surgir del labio inferior al mismo tiempo que presentía que acabaría
hinchándose. Por lo menos hoy me pareceré a la Jolie o a la Scarlett y su
boquita de piñón. Está claro que el que no se consuela es porque no quiere. Sin
embargo los planes de conseguir un morramen sensual se me han ido al traste
nada más levantarme, ahora sí ya por fin, de la cama.
Como no podía ser de otra manera
he conseguido llegar al baño cojeando un poco, dolorido aún el gemelo, y con el
pipí mañanero ha llegado el tercero de los eventos: no quedaba papel en el
portarrollo. Mi marido, mi queridísimo marido, aquel al que por no despertar
hacía unos minutos me había mordido el labio, había dejado límpido el rollo de
cartón tras acabarlo. No sé por qué le di con la mano para que girara, parecía
la ruleta del juego de cifras y letras que siempre sacamos en la sobremesa de Navidad.
Mientras sopesaba mis posibles opciones decidí que era mejor actuar que pensar,
al fin y al cabo todavía no me había tomado ni un café. Y creyéndome más rápida
que la luz me levanté corriendo de la taza para abrir la puerta del armario del
baño donde guardo los rollos de repuesto. Mala idea, sin duda, la ley de la
gravedad hizo su efecto y algo como (dicho con voz muy grave)… LA GOTITA
(próximamente en cines)… me recorrió la pierna recordándome aquél verano en
Santa Pola en que las medusas hicieron más agosto que el chiringuito-bar
Paco’s. Dicho esto, controlar la temperatura del agua de la ducha fue el menor
de mis problemas, sólo hube de pasar por tres estados: quema-quema, fría-fría y
hostia puta.
Y a partir de ahí el día vino
rodado… cuesta abajo, vamos.
Continuará…
Posdata de S: Feliz lunes, y gracias por vuestros comentarios.
Jajajajaja... muy divertido el desencuentro de la Candela... A ver que le pasa a la muchacha la próxima semana jajajaja
ResponderEliminarMuy buenoooo!! creo que me estoy aficionando a las historias de Candela, tal vez alguna nos sintamos un poco "identificada"...
ResponderEliminarGracias a tí por compartir a Candela con nosotros.
ResponderEliminarÉste relato fué el primero que leí de tí(y también el primero que comenté aunque no se publicó mi comentario y vuelvo a escribirlo ahora de nuevo) y con el que conocí a ésta genial Candela como te he comentado en otra ocasión desde que he conocido tu blog no he podido parar de leer tus relatos de principio a fin o más bien de fin a principio.
Adoro a ésta Candela me encanta y espero que nos sigas deleitando con sus cosas durante mucho,mucho tiempo.
De nuevo gracias por sacarme una sonrisa.
Un besito
Muchas gracias, Mariajo. Es que lo de los comentarios es un "rollete" porque a veces no se me publican. Pero creo que ya lo tengo solucionado.
ResponderEliminarMil gracias por comentar.
Muy gracioso y ocurrente
ResponderEliminar