Los lunes de Candela. Bazares



Qué tendrán los bazares chinos que a mí me sulibeyan. Y si bien tengo una relación de amor-odio, cada vez que veo uno, como tenga un rato libre, no puedo dejar de pasar.
A veces, me quedo en la puerta sólo durante un instante, sobrecogida por el temor que mi abuela Rosita, que tiene más años que la catedral de Burgos, se ha emperrado en transmitirme, temerosa de caer por una trampilla en el suelo, cual Alicia en el país de las maravillas (en este caso, el país de las (tres) delicias) y desembocar en un lóbrego sótano en el que te quiten todos los órganos vitales, la tarjeta de crédito y las fotos de la comunión de tus hijos, si es que los tienes.
Sin embargo, yo, que tengo menos precaución que un mochilero y el hígado un poco trasnochado de cerveza de la buena, consigo apartar rápidamente las inquietudes mentales de mi abuela Rosita y me lanzo chino adentro en busca de cualquier zarandaja que me llame la atención.
Nada más cruzar el umbral, un sinfín de estantes metálicos parecen abalanzarse sobre ti, reventones de objetos tan poco identificados que si Iker Jiménez quisiera se hacía dos temporadas de programas de misterios. Acto seguido, te adentras; al principio sin alejarte mucho de la puerta de salida a la calle, residuos del resquemor, y al poco, al coger confianza, te lanzas al interior de esos pasillos infinitos.
Es entonces cuando los objetos van cobrando forma y descubres artilugios que ni Edison en sus mejores años… Eso sí, todo hecho con materiales nobles y acabados de calidad, ¿eh?
Una muñequita de porcelana con carita de psicópata, una yogurtera de plástico, unas medias que te llegan hasta el sobaco, una sartén wok, la braga-tanga que al mismo tiempo es braga-faja, unas zapatillas de andar por casa que sólo tienen tres números: pequeño, grande e indefinido (indefinido porque a veces la etiquetada como grande puede ser de menor tamaño que la clasificada como petite) y (redoble de tambores)… el producto estrella: el gatito “ven pa’ acá” o gatito “que te pego leche”, si se quiere hacer un homenaje añejo a unas conocidas desavenencias empresario-ministro. Que si atrae el dinero, que si atrae la suerte, que si te hipnotiza... Nunca tendremos demasiado claras las virtudes del gatito hitleriano, pero yo por si acaso ya estoy pensando en comprarme uno. La pena es que aún no hayan fabricado ninguno que en vez del puño cerrado tenga el dedito corazón bien estirado hacia arriba para poder ponerlo tras la luna trasera del coche… que más peculio no sé si tendría, pero en saliva iba a ahorrar un rato largo.




 Pd. de S:  Tras una exhaustiva y profunda investigación sin base científica alguna y de por lo menos cinco minutos en Internet, he averiguado que los inquietantes gatitos se llaman Zhaocai mao (en chino) o Maneki neko (en japonés) y que según la patita que levanten y el color que tengan, traerán suerte en una cosa o en otra.
Sayonara baby, digo feliz lunes a todos.

Comentarios

  1. jajajajaja!!Es que no puedo parar de reir.
    Eres increíble!!
    Me río con todos los relatos de Candela pero éste ha sido uno con los que más lo he hecho.
    Como siempre gracias por compartir tu talento y por hacerme empezar la semana con una sonrisa.
    Besitos y feliz semana.

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  2. La cultura china es todo un mundo y entre ella se encuentran los bazares chinos. Lo de los gatos que mueven la pata no lo sabía asi que muchas gracias por compartilo, qué curioso!

    http://www.omelocotton.com

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  3. jajaj Gracias Sol, gracias Candela.. que tendran estos bazares... cuando crees que has acabado de comprar y estas pagando... te llevas tambien unos pendientes de los del mostrador.. jaajaja.

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